jueves, 4 de febrero de 2010

IV. Casos. III. Irlanda

Breve ejemplo de un país de la semiperiferia

A continuación expondremos brevemente la situación económica por la que está pasando Irlanda, país que, como los anteriores, confío su política de desarrollo a las instituciones económicas globales y que con la crisis económica del año 2008 hubo de declararse en suspensión de pagos. Se trata de un caso muy similar al acontecido en los países del sud este asiático y consideramos que resulta interesante ver diez años después un caso parecido a los analizados anteriormente.

Hemos visto los efectos de las políticas del FMI en países dichos “en vías de desarrollo”. Quisiéramos ahora ilustrar, sucintamente, cómo se ven afectados también aquellas economías del llamado primer mundo – o aquellas estrechamente vinculadas a ellas, como los ‘eslabones débiles’ de la zona Euro: España, Grecia, Irlanda, Portugal – y cómo estas últimas sacrificaron su estabilidad económica y social en aras de teorías económicas que aunque dominantes dieron muestra una y otra vez de sus graves problemas. El tigre celta irlandés es un ejemplo paradigmático: alumno estrella de los neoliberales, la crisis del 2009 la golpea de manera a prácticamente anular los – cuestionables – beneficios traídos por más de una década de austeridad y concesiones al mercado.

iii. IRLANDA

¿Un tigre de papel?

¿Es posible el mantenimiento de una economía dónde no se crea valor? ¿Dónde la reproducción de la fuerza de trabajo queda en manos de un mercado cada vez más desregulado? ¿Una economía así es viable? El caso del llamado tigre celta responde a esas interrogativas con un “sí, pero”. Sí, tal estructura se puede mantener bajo las condiciones adecuadas, pero en tanto que el viento cambie puede que se lleve con él todo lo que parece ser estable. Todo lo sólido desaparece en el aire. Así han visto los irlandeses el fin de su sueño, de manera similar a lo que ocurrió en Asia a finales de la década pasada, en Argentina a principios de siglo o en la Rusia postsoviética.

Nos deparamos con las mismas políticas de fiscalidad limitada, tasas de interés altas, liberalización del comercio, de los mercados de capital, y de privatizaciones aquí impuestas por un gobierno liberal y no a la fuerza por las organizaciones financieras y crediticias internacionales, pero con las mismas consecuencias perversas.

La historia del tigre sobre el que aquí hablamos comenzó a finales de los ’80, con el Ministro de finanzas Ray Mac Sharry, apodado Mack Navaja por sus recortes presupuestarios, quien emprende las primeras reformas neoliberales a la imitación del entonces ascendiente modelo thatcherista.

En el periodo 1995-2007 Irlanda experimentó un crecimiento impresionante de su PIB (de entre 6 y 11% de 1995 a 2002 y de alrededor de 5% tras 2004) pasando de ser uno de los países menos afluentes de Europa occidental a uno de los más ricos, medido por PIB per capita. Eso se produjo en un contexto de tasación muy baja – la de las empresas oscilaba entre 10 y 12.5% - y ayudas europeas equivalentes al 4% del PIB.

Irlanda contaba además con una serie de ventajas. Entre ellas el ser un país de habla inglesa y situarse en el huso horario británico, cuya bolsa abre al cerrar la de Nueva York, y ser miembro del mercado común europeo. Todo esto asociado a sus beneficios fiscales y mano de obra relativamente barata, además de lazos históricos importantes, hacía de Irlanda un mercado perfecto para inversiones estadounidenses, donde efectivamente se asentaron numerosas empresas asociadas a las nuevas TIC.

La aparente bonanza – y digo aparente porque no llegó a importantes sectores de la población, de hecho agravando la desigualdad ya existente – vino asociada a una creciente dependencia de la economía a las grandes multinacionales, particularmente de Estados Unidos sin que se blindaran las debilidades estructurales de Irlanda. Además, el crecimiento del empleo se fundamentó en el sector servicios, mal pagado y precario. El gasto público disminuyó del 37% al 30% del PIB entre 1996 y 1999. La subida de los sueldos (de un 35% entre 1987 y 1999) vino acompañada de una subida del precio de la vivienda (104% en Irlanda, 136% en su capital Dublín), por mencionar solo un factor que la anula. El desarrollo produjo un tardío éxodo rural y supuso la entrada de centenas de millares de trabajadores extranjeros, muchos de los cuales se ven en la disyuntiva del paro y la marginación o el retorno o sus países de origen, todo esto junto a una política medioambiental laxa, en beneficio de las empresas y en detrimento del país.

Con la crisis, inexplicable para la economía al uso, Irlanda se ve ahora con un PIB contraído en un 10% en el 2009, una tasa de paro superior al 17% y pocas expectativas de recuperación, esta última, en palabras de Paul Krugman, solo puede venir desde fuera, con un repunte de las exportaciones, cosa que no parece probable a corto plazo.

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