jueves, 4 de febrero de 2010

Lectura Nº3 Manuel Sacristán : Qué es una concepción del mundo.

1.La concepción clásica del mundo

Una concepción del mundo no es un saber, no es conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Es una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto. Estos principios están implicitos en la cultura de la sociedad en la que dicho sujeto vive a cerca de la naturaleza del mundo y la vida.

La existencia de una formulación explícita de la concepción del mundo en la cultura de una sociedad no permite, sin embargo, averiguar con toda sencillez, a partir de esas creencias oficialmente afirmadas, cuál es la concepción del mundo realmente activa en esa sociedad, pues el carácter de sobreestructura que tiene la concepción del mundo no consiste en ser un mecánico reflejo, ingenuo y directo de la realidad social y natural vivida.

Las concepciones del mundo suelen presentar, en las culturas de tradición grecorromana, unas puntas muy concentradas y conscientes en forma de credo religioso-moral o de sistema filosófico. En los dos casos la concepción del mundo quiere ser un saber, conocimiento real del mundo, con la misma positividad que el de la ciencia.

Esta pretensión puede considerarse definitivamente fracasada hacia mediados del siglo XIX, precisamente con la disgregación del más ambicioso sistema filosófico de la historia, el de Hegel. Las causas por las cuales la pretensión de la filosofía sistemática acaba por caducar son varias. En el orden formal, o de teoría del conocimiento, la causa principal es la definitiva y consciente constitución del conocimiento científico positivo durante la Edad Moderna. Éste es un conocimiento que se caracteriza formalmente por su intersubjetividad y prácticamente por su capacidad de posibilitar previsiones exactas.

El que las concepciones del mundo carezcan de aquellos dos rasgos característicos del conocimiento positivo no es cosas accidental y eliminable, sino necesaria: se debe a que la concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica.


2.La concepción marxista del mundo


La concepción materialista y dialéctica del mundo está movida, como todo en el marxismo, por la aspiración a terminar con la obnubilación de la consciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados. De esto se desprende que es una concepción del mundo explícita.

La liberación de la consciencia presupone la liberación de la práctica. La concepción marxista del mundo no puede considerar sus elementos explícitos como un sistema de saber superior al positivo. Puesto que su punto de partida y de llegada es la ciencia real, esta concepción no puede querer más que explicitar la motivación de la ciencia misma.

La explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el mundo, y no en instancias ajenas o superiores al mundo. Este principio está en la base del hacer científico, el cual perdería todo sentido, quedaría reducido al absurdo, si en un momento dado tuviera que admitir la acción de causas no naturales. En este postulado se basa la concepción marxista del mundo.

El primer principio de esta concepción (el materialismo) es en sustancia el enunciado, a nivel filosófico explícito, del postulado inamentista; el mundo debe explicarse por sí mismo. El materialismo es lo primero en el marxismo incluso históricamente. Pero el materialismo no es sino uno de los principios fundamentales de lo que Engels llama “concepción comunista del mundo”. El otro es el principio de la dialéctica. Este se inspira no tanto en el hacer científico-positivo cuanto en las limitaciones del mismo.

El análisis reductivo practicado por la ciencia tiene regularmente éxito. Es un éxito descomponible en dos aspectos: por una parte, la reducción de fenómenos complejos a nociones más homogéneas y, en el caso ideal, desprovistas de connotaciones cualitativas, permite penetrar muy material y eficazmente en la realidad, porque posibilita el planteamiento de preguntas muy exactas. Por otra parte, el análisis reductivo permite a la larga la formación de conceptos más adecuados.

Pero, precisamente porque se basan en un análisis reductivo que prescinde de la peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados y reducidos, los conceptos de la ciencia en sentido estricto son invariablemente conceptos generales cuyo lugar está en enunciados no menos generales: las leyes. Con este conocimiento se pierde una parte de lo concreto, precisamente la parte decisiva para la individualización de los objetos.

La concepción del mundo tiene por fuerza que dar de sí una determinada comprensión de las totalidades concretas. Pues la práctica humana no se enfrenta sólo con la necesidad de penetrar analítico-reductivamente en la realidad, sino también con la de tratar y entender las concreciones reales, aquello que la ciencia positiva no puede recoger.

Según esto, la tarea de una dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo. El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta (en esto es pensamiento dialéctico) sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y en análisis reductivo científicos.

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